Giovanni es un vecino de la 3 calle del bello municipio de Amatitlán, encargado de la tiendita “El sagrado Corazón de Jesús”, tienda heredada por su abuelita la Seño Carmen, que al dársela con papeles y todo el trámite legal, le encargó, que abra muy temprano y cierre muy tarde.
A lo que Giovanni no tuvo problema en firmar el acuerdo, lo único que no le advirtió en el contrato es que en la esquina opuesta a la tienda donde la Licenciada Roxana, se aparece un niño, que casi todos pasan inadvertidos por esa esquina, ya que toda la atención se va hacia la tienda, si y es que desde muy temprano van todos corriendo a buscar el pan recién salido que les pasan dejando en esos grandes canastos de parte de la panadería proveedora.
Si es al medio día, todos llegan corriendo a buscar la rica y helada bebida de cola para acompañar los sagrados alimentos y desde las 3 de la tarde hasta muy noche se llena todo el frente de la tiendita con los señores y jóvenes del barrio que llegan a jugar cartas sobre la banqueta, escaleras, conquianes y pokar de ases salen a relucir, así como las alegatos de los menos afortunados que dejan hasta quincenas de sueldo.
Otros dejan empeñado su reloj de marca o ya de perdido su teléfono móvil, pero todos quieren jugar, otros solo llegan a ver las partidas, eso sí sin opinar ni siquiera hacer un comentario, ya que se aplica el dicho popular: “Los mirones son de palo”, solo ver, escuchar y callar.
Después de las seis de la tarde las señoras llegan corriendo por su provisión de pan caliente como le dicen, sus respectivas filas de francés bien tostado, los panes dulces o de manteca bien surtidos, sin faltar los cachos, hojaldras, champurradas, hojas secas o gusanitos.
Esto para poder remojarlos en café caliente bien humeante, los franceses para untarlos de frijoles licuados, con mucha crema de leche de vaca y un par de platanitos fritos con algo de azúcar encima para sazonarlos de manera deliciosa, todo el movimiento se da con toda normalidad en la tiendita.
Lo que nadie sabe es Giovanni al abrir la tienda todavía de madrugada con el cielo oscuro, abre y se pone a barrer y lavar la banqueta, para quitar los oprobios de un día anterior, pero en ese silencio, oscuridad y poca o casi ninguna persona caminando a esa hora, a excepción del repartidor de pan y del periódico que pasan presurosos en bicicletas veloces.
Giovanni ve de reojo la silueta de un niño paseándose en la casa de la Licenciada, en esa gran ventana de esquina, donde nunca se apaga la luz, se le ve pasearse pedaleando sobre un triciclo de esos de metal de la década de los setentas, a lo que Giovanni solo mira hacia abajo como simulando que está muy concentrado en la forma de barrer la banqueta.
La misma historia se da en las noches, cuando terminan las partidas de cartas, dominó, Luisa y perinola de los clientes, cuando ya todas las señoras han dado cena en sus hogares y se han ido a dormir, cuando solo uno que otro perro pasa aullando sobre la 4 avenida en búsqueda de la llorona dicen las abuelas, todo es silencio, soledad y oscuridad nocturna, solo la tenue luz del poste que alumbra cabal enfrente de la tiendita.
Se ve entonces esa ventana con la luz encendida y tras el vidrio que no deja ver con claridad solo la silueta del niño caminando de un lado a otro de la habitación como buscando a sus papás sin poder encontrarlos.
Todos cuentan que hace ya décadas un padre celoso y una esposa muy comunicativa en medio de una acalorada discusión empujaron una vela de cera y accidentalmente ocasionaron un incendio que consumió la casa, con el cuerpo de su pequeño que dormía en la habitación de la esquina, esa que tenía una gran ventana, donde todas las tardes se ponía a jugar con sus carritos de madera saludando a los vecinos que pasaban a comprar a la tiendita del barrio.
Hoy en día todos dicen ser un mito del que nadie quiere hablar, solo el solitario Giovanni, que no tiene una vida social muy activa y se le ve haciendo tiros a las cestas de basquetbol de las canchas cercanas sin intercambiar palabra con otros jugadores.
Solo él sabe lo que ve todas las noches o madrugadas enfrente de la tiendita y que esa ventana le muestra, donde se repite una y otra vez la escena de la discusión y de un niño llorando y tratando de parar dicha discusión, para después irse a dormir en el rincón del cuarto a esperar el triste desenlace.
Sergio García