Ubicada enfrente de la iglesia La Parroquia, el cine Alameda y casi a la par del cuerpo de la Policía Nacional, sobre la Calle Martí, todos los días se la ve llena de niños pidiendo su rica morenita o cremita, las parejas de enamorados quedan de ir por un par de ellas.

Era costumbre tomarselas en las bancas de cemento del parquecito que estaban enfrente del local, allí todos los días se reúnen jornaleros, esperando que lleguen los picops de contratistas que andan buscando albañiles, electricistas, piseros, fundidores, carpinteros.

También fontaneros y demás maestros profesionales de la construcción, que esperan su contratación ya sea por día, semana, mes o por tarea terminada. Ahí se reúnen los jugadores de póker, escalera, cuarta con dos monedas (y si la cuarta de la mano llega a la otra moneda, se la ganan).

Esta en una chibolita escondida, dominó, damas y sin faltar el juego de los genios, ajedrez con piezas de madera, yeso, plástico o con simples tapitas pintadas. No faltan los jóvenes lustradores de zapatos que siempre están jugando futbol con su pelota de plástico.

Muchas de ellas remendadas con cáñamo, para jugar colocan sus cajitas de madera como postes de las porterías, y el busto de José Martí vigilando lo que hacen todos, mientras las palomas regordetas caminan y vuelan de un lado hacia el otro.

Tampoco faltan las señoras que pasan comprando un su par de morenitas para llevar en bolsita amarrada con la misma pajilla, y corren rápido a tomar la urbana hacia Jocotales e irse tomando su morenita en la comodidad del sillón pegadas a la ventana.

Mientras muchos ven pasar los tráileres que van a Puerto Barrios cargados de productos de exportación, a veces se ve a los más chicos cruzándose hacia «El Atómico» a ver los juguetes que sueñan tener entre sus manos.

Con no mucha alegría se le ve a los policías con sus trajes celestes, luciendo grandes panzas, durmiendo en las patrullas que se encuentran descompuestas afuera de la comisaría o leyendo el periódico por largas horas mientras cuidan a la ciudadanía, como dicen ellos.

Casi a la par de la serigrafía donde venden los uniformes más vistosos de equipos de futbol europeo, suramericano y nacionales con telas brillosas, medias de colores fosforescentes y la copia de las marcas patrocinadoras sobre su pecho y espalda, demostrando que son idénticos a los originales.

Todos pasan por su cremita, que está conformada por una fórmula secreta que viene desde 1950 para elaborar esas bebidas con sabor celestial, un par de hielos flotando en el vaso y a tomar un pedacito de cielo.

Para los más afortunados las pueden hacer acompañar de un pan artesanal o unas ricas papas fritas con especias naturales, mientras revisa los números del ticket del bus urbano por si acaso le suman 21 puntos y así ir a cobrar el premio con su amiga de la cuadra.

Todos pasan bajo el sol a pedir su bebida, o aunque esté lloviendo o nublado igual pasan por el vaso que los transporta a otro mundo de sabores para compartir en familia, llevar a la pareja, charlar con los amigos y caminar bajo la lluvia, disfrutándola con los ojos cerrados, mientras se va rumbo a la zona 6.

El ambiente huele a felicidad, alegría y buen sabor, muchos esquivan los carros que pasan despavoridos sobre la calle Martí o camino hacia el barrio Martinico donde abundan las carretas, bicicletas y niños jugando en la calle.

Señores de sombrero almidonado y perros callejeros que se hacen a un lado para darle paso al feliz, emocionado y realizado cliente de tan selecta venta de frescos naturales, panes con pollo y las únicas «cremitas».

Ángel Alvarez