Carlos Roberto por la mañana y Yolanda por la tarde, de lunes a viernes, turnándose un sábado cada uno, se organizan para atender al público en las dos caras del Edificio Herrera, ese que está en la esquina de la 12 calle y 5a. avenida con los grandes rótulos de las aerolíneas internacionales en sus vitrinas.
Los locales ubicados en el sótano alrededor de todo el edificio y sus gigantescas vidrieras de oficinas muy elegantes que se observan desde la banqueta con tan sólo bajar la mirada. En la entrada se encuentra a doña Chabela, vendiendo periódicos todos los días.
Los mensajeros lavan sus motos a un costado de la banqueta, su entrada principal de piedras de laja cubre la pared que le da un toque de elegancia y prestigio al edificio. Tiene seis niveles de oficinas de primer mundo y un parqueo sobre el techo del segundo piso al aire libre sin paredes.
En especial para tiempos de Huelga de Todos los Dolores, procesiones y manifestaciones sin ningún se podía observar sin problema y a buena vista aérea, lo que acontece. Así nos cuenta Carlos Roberto mientras fuma un cigarrillo de los más fuertes que vende el chiclero de la esquina, los rojos con extranicotina.
Cuando le preguntan de los beneficios de trabajar en tan prestigioso lugar, habla acerca de un nivel privado, oficinas secretas y compartimientos entre columnas que según él nadie conoce. Según comenta en la charla con los mensajeros del sexto nivel.
Esto porque aparte de ser el serio es amable y muy educado, el recepcionista junto a Yolanda es el único técnico autorizado para reparar, instalar y dar mantenimiento a todas las líneas telefónicas del edificio, desde la planta de recepción hasta las sub-plantas en oficinas que utilizan más de una línea telefónica.
«El Inge» Carlos Roberto, como le dicen, es un rostro familiar para los dueños e inquilinos de oficinas en lo alto y ancho del edificio, así como los sótanos, ya que aparte de instalarles su línea telefónica, dedica su tiempo libre a revisarles su planta local o cualquier otro trabajito de problemas eléctricos.
También cambio de oficina o revisión industrial casi siempre en las noches o domingos, por ello conoce cada rincón del edificio y se sabe las historias secretas de parejas que sorprendió, trabajadores escondidos esperando la hora de salida.
Se ha encontrado uno que otro aparecido: Por ejemplo niños deambulando en el piso secreto donde el ascensor se pasa de largo y sólo para en el piso superior o inferior, a donde se llega por una escaleritas secretas.
Las luces que se encienden solas en la noche mientras las oficinas permanecen cerradas con llave sin personal, todo sincronizado con el olor a gas líquido que es vertido por las famosas mopas que limpian los corredores e inundan a todos los que pasan alrededor.
Desde el estacionamiento al aire libre del segundo nivel, Carlos Roberto dice que se observa muy bien el parqueo del Caracol (Ese que tiene un ascensor armado con una tablita y dos cuerdas), el arco de Correos, la casona del antiguo Construbanco, las estatuas del Paraninfo.
Son todos los edificios que al oscurecer se hacen rodear por seres nocturnos que deambulan sobre sus banquetas en busca del amor forzado y condicionado por una cuota, cafeterías chinas donde se dan boquitas de dudosa procedencia y buses urbanos que dejan densas nubes de humo negro a su paso.
Aquí conviven los mensajeros, gerentes, secretarias, técnicos, repartidores, cobradores, conserjes y los dos recepcionistas. Celebran juntos, conocen a sus hijos, van a las piñatas de los más pequeños y aunque hay una separación laboral por los puestos, juran que en la vida diaria son exactamente iguales y los consideran su familia extendida.
Ángel García